sábado, 2 de julio de 2011

Impewynde



Capítulo 1 | Principios de una leyenda

Existe una larga tradición, en la que se cuenta una leyenda a los descendientes:

En anteriores tiempos de guerra, existe un ser vivo capaz de apaciguar heridas físicas y psicológicas, es responsable de nuestra seguridad. Se dice que su huevo voló hacia el pico más alto de una montaña, haciendo difícil de creer que saliese con vida. No se deja ver, aunque se deja mostrar en vuestros corazones. Si os véis amenazados, tened por seguro que sentiréis su presencia.

Poco se sabe más, aparte del huevo que terminó saliendo disparado hacia la montaña. Muchos de los nuestros intentaron escalar el gran pie del Mont Blanc, aunque ni uno solo llegó a los primeros 300 metros. Quizá la bestia esté protegiendo nuestras vidas.

El otro día me puse a investigar un poco el tema, en la magnífica biblioteca que tenemos. Estuve buscando un poco sobre estos seres alados, pero no hallé ninguno. También en criaturas mitológicas, pero tampoco hubo suerte.

En su tiempo sentía terror, no tenía ni idea de "cómo entraría a escena" si llegásemos a entrar en otra guerra. Hasta el día que vi una gran sombra que cubría la parte posterior de la montaña, y cuando alzé la vista al cielo no se veía nada, aparte del sol.

Capítulo 2 | ¿Un ser místico?

Estaba hablando con mi amigo Augusto sobre el tema. En verdad no somos de los que damos y damos vueltas a una cosa que no sabemos si ocurrió en realidad, pero desde que oímos unos graznidos poco comunes nuestra curiosidad nos ciega. Y la del todo el pueblo, por supuesto.

Augusto: ¿Has encontrado aquello que buscabas?

Yo: Nada, que no hay manera. Aunque siguen siguen insistiendo en que no me preocupe.

Augusto: En serio, deberías relajarte un poco [risas], pídele a tu capataz que te dé la baja, hombre.

Yo: ¿Y cómo doy de comer a mi familia? Me preocupa más este hecho que el de la bestia, fíjate.

Augusto: Bueno, vente que te invito a un par de rondas, a ver si se te pasa.

Unos días después, en medio de una noche sentí como... un rastrillo pasando la tierra de huertos, algo bastante parecido. Pero sonaba algo más... ¿fuerte? Aunque claro, como el sonido provenía en la noche, lo primero que llegué a pensar es que estuviera en un sueño.

Dado que llegué a esta conclusión, salí afuera. Pero no vi nada. El frío que habitaba afuera me ha despertado completamente. Volví a abrir los ojos y contemplé una belleza plateada que parecía que estuviese en el mismísimo cielo, cubierto por la luz de la luna. No sentí nada de pavor por haber visto aquel ser, todo lo contrario: me sentí totalmente reconfortado.

La bestia inclinó su cabeza hacia a mí, y seguidamente desapareció en una espesa bruma. "Fue un sueño, menos mal", me dije.

Al día siguiente, cuando estuvimos desayunando, mi hija, de 8 años me dijo: "Papá, ¿qué hacías fuera sin hacer nada? ¿Cómo se llama aquello... que te levantas dormido?". Sonámbulo, hija.

¿Salí fuera de casa sonámbulo... o de verdad la vi?

Capítulo 3 | Cierre de una historia: Impewynde

Un par de meses después me encontré con el loco leñador que hay en las afueras, gritando como un... loco.

"¡Vi a a la bestia! ¡Soy testigo de ello! ¡He hallado el ser! ¡Me ha salvado la vida!"

Y así varios días. Aunque prefiero no saber cómo ha llegado a esa conclusión, la intriga me tiene bastante consumido. Podría ser lo peor que se me ocurriese, pero no tenía nada que perder -aparte de mi reputación-: hablar con él.

Yo: Esto... buenas, caballero.

Leñador: ¡He halla...! Muyyyy buenas tardes, señor. ¡He hallado el ser! ¡Soy testigo de ello...!

Y por ahí va, tan feliz como de costumbre. Bueno, prueba superada. A ver cómo consigo entablar una charla seria con este tipo.

Fui al bar que hay en la esquina, y pregunté que si se pasaba por aquí. Sólo los Martes por la noche. Perfecto, estamos a Domingo.

Dado que mi mujer no soporta verme beber, he tenido que escabullirme como pude de mi casa -y de paso que me asegurase de que mis hijos no me vieran "sonámbulo"-. Entré al bar, y al primero que vi en la barra...

Leñador: Oh, tú otra vez. Muyyyy buenas noches, amigo.

Yo: Buenas noches, caballero. Esto, ¿podría hacerle unas preguntas?

Leñador: Adelante.

Yo: -Estupendo-. ¿Cómo dice que se encontró con la bestia? (Cuando me dio por girarme al barman al realizar esta pregunta, no sé si estaba riéndose de mí o de la pregunta en sí).

Leñador: Estuve escalando la montaña del Mont Blanc para ver si me encontraba con ella, ardía en fiebre y me parecía que iba a desmayarme de un momento a otro, hasta que la vi. Tenía un bello plumaje plateado, un pico más dorado de lo habitual entre las aves...

Esa descripción encajaba totalmente lo que vi aquella noche. Entonces no hay duda, ¿hay que estar más loco que un loco para creerlo?

Leñador: ... y finalmente me terminé quedando con una de sus plumas. ¿Quiere verla? Tome.

Inaudito, no podía creérmelo. He alcanzado un nivel de satisfacción suprema sólo con la vista.

Yo: Esto es ¡fantástico! ¿Es real?

Leñador: No lo sé, pero desde que me desmayé y aparecí encima de mi cama, con la pluma dentro del abrigo...

Yo: Bueno, habrá que hacer una prueba. ¿Me lo podría dejar unos instantes?

Leñador: Claro, adelante. Eso sí, no me lo pierda porque tendré que volver a desmayarme en el Mont Blanc para aparecer en mi cama con otra de estas plumas [risas].

En medio de la noche, luna mengüante, quise ver si la pluma se reflejaba como lo hacía aquel ser. Emitía un brillo inigualable, era una alegría para la vista. Volví al bar.

Yo: Tome, muchas gracias.

Leñador: Hice bien en confiarle la pluma. Por lo visto parece que la ha visto usted también, ¿me equivoco? He decidido llamarla... Impewynde.


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